lunes, 14 de julio de 2008

Por un atardecer en prosa.

Al fin callan los grillos que predecían el cantar de flores de jazmín que ocultan las agrietadas paredes de la casa. El color negro descubre en el horizonte su agria tersura, acribando al dorado de las sendas de piedra y arcilla. No queda más melodía que el leve y agónico unísono de las campanas de la ermita que tocan al olvido, ni quedan apenas susurros de confidencias al otro lado de la acequia centenaria, donde antes el agua rebosaba, y que la lluvia ha traicionado su lento despertar.
Sentado en una roca, sintiendo el aire turbio estampándose contra sus mejillas, un hombre mira al infinito. Observa la silenciosa, imprecisa y húmeda vida pasar en forma de nube. No sabe llorar. Pocas tardes de contemplación a sus hombros le restan. Se le arrugan las manos de tanto hastío.




XiViRiFlÁuTiC!!


... de efímera vuelta.

matias moreno aroca

matias moreno aroca

El grande