lunes, 15 de septiembre de 2008

Bendita expiración. (Agorafobia)

La verdad es que siempre he sido muy asustadizo, sin embargo, me pude ver dotado de un increíble valor para hacer semejante atrocidad. Es cierto, siempre he sido nervioso. Pero el miedo me podía y ayer, finalmente, lo combatí. Por fin lo hice. Ahora descanso…

Me calzo los pies con mis botas. ¡Mierda! Ya se han vuelto a desatar los cordones… Me agacho y lo ato fuerte con la firme esperanza de que jamás volvieran a soltarse. Cojo el chaquetón oscuro de la suerte que me había acompañado todo un lustro de inviernos, el de los botones grandes, y la bufanda de colores fríos que me regaló mi novia hace ya un año. Vaya cara llevo. ¡Y que ojeras! Apenas me reconozco. Intento inútilmente solucionarlo apartando el flequillo de mi cara. Miro el reloj. – ¡Joder! Volvemos a llegar tarde… – Siempre  pasa igual. – Cariño, ¿que te queda? ¡Ya es la hora y aun no hemos salido!… ¿Cariño?

... Joder. Ha vuelto a pasar. ¿A quien le hablo? ¿A quien espero? Se me olvidaba que otra vez vuelvo a acudir solo. Volveré a ser el imbécil de turno. – ¡Mirad todos, por allí viene Dani!... Acompañado para no variar. Va, dinos, ¿donde has dejado a Clara esta vez? – Lo detesto. Los detesto. No hay nada que aguante menos que esa horrible situación. Bueno sí. Si hay algo que realmente odio es el insoportable sonido del silencio que en ese mismo instante deambulaba por todas las habitaciones vacías de alegría. Incluyendo donde estoy. Aquí la tristeza se personifica en mi ser. ¿Cuándo uno sabe cuando sobrepasa la línea de la cordura?

El estruendo de mis rodillas contra el suelo hace vibrar las paredes. Permanezco inmóvil, sin pensar palabra. Durante casi una hora entera no moví un solo músculo. ¿Por qué lo hice? ¿Cómo fui capaz? Ya he perdido la cuenta de los días que llevo sin abrir la dichosa puerta. ¿Seis meses? Da igual. Hoy todas las respuestas han invadido mi mente. Hoy es el día. Llegó la hora. Apoyo mi peso sobre la rodilla izquierda, mientras me impulso con la otra hasta ponerme en pie. Camino por el pasillo. Cada paso cuesta más que el anterior. Con los ojos cerrados, me voy impulsando con la ayuda de mis manos sobre las paredes, palpando las pinturas de firma extraña que adornan la oscuridad. Al fin llego a la puerta. La llave sigue ahí, bien encajada en su cerradura – ¿Quién  la iba a quitar sino?, –pienso, dejando escapar una sonrisa nerviosa. Despacio. Aproximo mi ojo a la mirilla. Todo como esperaba. El rellano sigue vacío. Mi mano temblorosa alcanza a tientas la llave… Lleno mis pulmones… Una… dos… y tres… ¡Clic! Una primera vuelta… Espiro. ¡Santo cielo! Puedo oír mi corazón como palpita a gran velocidad. Como mi respiración se acelera. El sudor ya moja la puerta y empaña la mirilla. Apenas puedo ver… Aspiro de nuevo… Dos… y tres… Clic, clic. – Bien Dani, bien. Ahora sólo tienes que coger la manivela y abrir… ¡Vamos, tú puedes!, ¡Todo va a ir bien! ¡Vamos, vamos!– Allí estaba ella, mi conciencia. Animándome. Y yo, dejándome animar. Aproveché un chasquido de coraje para abrir los ojos al instante que la puerta y sin tiempo de pensar, de un salto como jamás antes lo había hecho, me coloqué en medio del rellano…

Permanecí inmóvil lo que me pareció una eternidad. De nuevo volvía esa sensación. El miedo brotaba desde la punta de mis pies, subía por la espalda y se convertía en escalofríos a la altura de la nuca. Todos los pelos de mi cuerpo se erizaron al contemplar como, fríamente, una enorme sombra, escalón a escalón se acercaba hacia mí. El miedo cada vez era mayor. El infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte. Ya apenas dejaba escuchar el temblor de mis rodillas. Los ojos, aún en sus orbitas, contemplaban cada detalle, el parpadeo era imposible. El ruido sibilante del aire al entrar por mi boca iba en creciente aumento conforme el miedo pasaba a terror mientras las paredes se aproximaban cada vez más y la sombra restaba peldaños. Cada vez más cerca. Apenas a un metro de mí, extiende su mano hasta tocar mi hombro. Creía que mi corazón iba a estallar. 

...Una última bocanada de aire, mayor que las otras, bastó para acabar con todo.

 ¡Bendita expiración!

 Las rodillas que antes temblaban, ahora son las que, inertes, me fallan. Me desplomo en el suelo. El silencio me resulta tan extraño como placentero… Todo desaparece.

La verdad es que siempre he sido muy asustadizo, sin embargo, me pude ver dotado de un increíble valor para hacer semejante atrocidad. Es cierto, siempre he sido nervioso. Pero el miedo me podía y ayer, finalmente, lo combatí. Por fin lo hice. Ahora descanso… en paz.

 

XiViRiFlÁuTiC!!



7 comentarios:

Martikka dijo...

Muy interesante el relato de este agorafóbico...pobre, no podía acabar de otra forma!
Me gusta tu estilo, es directo y claro, sin rodeos superfluos.

Unknown dijo...

Gracias martikka!!! Se sale un poco de mi linea pero nunca viene mal un cambio... ¿no?

Merykoneo dijo...

Me ha encantado! :)) Es tuyo?? Buhhh :) Un olé por tí! OO-LE!!


* Para cuando te marches,
tienes las llaves que abren mis puertas, y por si las perdieras.. dejaré siempre ventanas abiertas...*

Me voy a vivir al Faro del Paraiiiso! :D

Unknown dijo...

Así es, todito mio... no está mal, se sale un poco de mi linea...

**_AlwaysCinderella_** dijo...

Te exiges demasiado...Se sale de tu estilo pero esta perfecto. XD

No se si te lo habia dicho pero yo siempre he sido un poco agorafobica, pero en esta ciudad uno aprende a superar desde sus miedos hasta sus problemas, ya me entiendes...


Bsitos!!

P.D: Hoy las nubes dibujaban tu nombre en el cielo junto a una timida sonrisa... ;)

Luchida dijo...

Me ha gustado mucho leerte, volveré a pasarme por aquí... :D

Anónimo dijo...

Acabo de encontrarte de milagro pero debo de decir
a) que me gustan y mucho tus gustos musicales, tus fotografias etc...
b) que me mola mucho como escribes
c) que hay algo de ti que me recuerda a mi.

Enfin, me pasaré a menudo, eso seguro!

matias moreno aroca

matias moreno aroca

El grande