Y al fin conocí a Dolores, al tiempo que se escapaban volando las mariposas del bolsillo del interior de mi chaqueta. Y la brisa pasó a ser color y en un instante, dolor, pues ya desde mayores, todos sabíamos que los colores algún día caminarían junto a Dolores.
Buscamos solución en los grises, en las ausencias… de color, “las ausencias se visten de agravios”, me dicen. Se me va la vista en cada silencio inexplicable. Ahora recapacito. Dichosos aguijones de avispa cargados de veneno capaces de remover cualquier misterio.
Tuvimos de todo. Agua y niebla, y también fuego, pero de eso más bien poco. Tuvimos el placer de conocer el olor de miradas cómplices. Y sin embargo, sin embargo, desde tu orilla infranqueable, mirando al mar, se nos escapó la vida.
Y tuvimos nieve, y viento, mucho viento e insomnios compartidos consolados con besos…
Pero el dolor… ¡Ay Dolores! ¡Por qué te tuve que conocer! Si con el monólogo me bastaba, por qué lo empeñé por una distancia extraordinaria transformada en miedo y cosecha sin más fruto que alguna que otra lágrima guardada hasta entonces en el bolsillo del interior de mi chaqueta custodiada por millones de mariposas… y todo equilibrio entre el dolor y mis mariposas fue nulo, pues jamás logré acariciar esos colores… continuaron batiendo sus alas sobre los dolores.
Y los silencios, ¡ay esos silencios! Que han sido cómplices del temor de cada promesa…
Ya no existe el equilibrio en la conjugación de mi futuro imperfecto.
Buscamos solución en los grises, en las ausencias… de color, “las ausencias se visten de agravios”, me dicen. Se me va la vista en cada silencio inexplicable. Ahora recapacito. Dichosos aguijones de avispa cargados de veneno capaces de remover cualquier misterio.
Tuvimos de todo. Agua y niebla, y también fuego, pero de eso más bien poco. Tuvimos el placer de conocer el olor de miradas cómplices. Y sin embargo, sin embargo, desde tu orilla infranqueable, mirando al mar, se nos escapó la vida.
Y tuvimos nieve, y viento, mucho viento e insomnios compartidos consolados con besos…
Pero el dolor… ¡Ay Dolores! ¡Por qué te tuve que conocer! Si con el monólogo me bastaba, por qué lo empeñé por una distancia extraordinaria transformada en miedo y cosecha sin más fruto que alguna que otra lágrima guardada hasta entonces en el bolsillo del interior de mi chaqueta custodiada por millones de mariposas… y todo equilibrio entre el dolor y mis mariposas fue nulo, pues jamás logré acariciar esos colores… continuaron batiendo sus alas sobre los dolores.
Y los silencios, ¡ay esos silencios! Que han sido cómplices del temor de cada promesa…
Ya no existe el equilibrio en la conjugación de mi futuro imperfecto.
XiViRiFlÁuTiC!!
3 comentarios:
Esas mariposas algún día tendrán que elegir si se quedan en tu bolsillo o salen de él. Esperemos que la incertidumbre no de paso a la deseperación...
Besos grandotes!!!
P.D: Te espero en la trinchera, nunca se me ha dado bien la guerra...
PERO ESTO ES UN TEMAZO!
Si no tiene ya, hay q ponerle música! Yo la he oído en mi cabeza mientras lo leía.
(Por el nombre me recordó "Pero qué hermosas eran" de Sabina jiji)
"¡Hay dolores que matan!" le grité dolorido" ¿Y no se te ha ocurrido
pensar que tu marido hubiera preferido otra corbata?"
Grande Sabina, sí, muy grande.
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